lunes, 15 de agosto de 2011

En memoria de mi abuela

Mi abuela María (abuela materna)

Se llamaba María Jover Lillo. Nació un 17 de abril de 1909, en la ciudad de Alicante.

Se casó mayor para esa época… rondando los 35.  Creo que estaba muy “enmadrada”.

Cuando murió su madre, conoció a mi abuelo, un viudo cincuentón que había quedado a cargo de 5 hijos.

De ese matrimonio nacieron 3 hijos más… entre ellos, mi madre.
Tengo recuerdos muy concretos de mi niñez con ella…

Los bocadillos de mortadela que me preparaba!… con un pan especial, que se llamaba “bombón”… una mortadela rosada, DELICIOSA… y un aceite que a mí me parecía riquísimo!.

A veces, cuando me como un bocadillo de mortadela, pienso en los que me preparaba mi abuela… pero no he conseguido que ninguno más sepa como aquellos.

La recuerdo en la cocina, delante de una enorme olla de aluminio, preparando caracoles con salsa… de los chiquititos… con cebolla... Luego, todos, alrededor de la mesa, con el enorme bol de caracoles en el centro, los palillos para extraerlos, y la barra de pan… cómo disfrutábamos!... los comíamos como si fueran pipas(curiosamente, ahora me cuesta creer que alguna vez he comido caracoles).

Cuando algún viernes nos dejaban a dormir en su casa, era una fiesta!. Cenábamos en la calle, con una mesa y unas sillitas, con los vecinos… (no puedo imaginar algo así aquí, en la ciudad de Barcelona!). Luego, todavía con algunos vecinos, veíamos películas hasta tarde… hasta que ya se acababa la tele, y salía lo que llamaban “la carta de ajuste”… o el no-do… no lo recuerdo bien… He heredado el noctambulismo de mi abuela… eso, seguro!.

Recuerdo esas camas de madera oscura, con unos colchones enormes… y unas sábanas de algodón blancas, muy frías!.
Dormía con mi hermana, y llamábamos a mi abuela para que viniera a contarnos historias de miedo… concretamente la de “Marieta”… Otro día os la cuento!.

Cómo nos gustaba a los niños que mi abuela nos contara esas historias… Siempre me he preguntado si se las inventaba “sobre la marcha”… Ella decía que eran cosas que habían pasado de verdad… a vecinos, en pueblos,… qué sé yo… Era muy graciosa!... Y allí estábamos nietos y vecinitos, con una cara de terror, entre risas y comentarios… y suplicándole que contara otra, cada vez que una historia concluía!...
O nos hacía vibrar a todos como en un concierto de rock, cantando la canción de “Juanita Banana”… Otro día os la canto!

Todo tenía un sabor, un olor y unas sensaciones muy distintas a la casa de mis padres… era una aventura quedarnos allí.

Creo que no tuvo una vida fácil… que sufrió mucho… pasaron mucha necesidad… pero a mi abuela nadie le quitaba su alegría!.

Recuerdo un día que fuimos a visitar a mis abuelos. Cuando nos íbamos, mi abuela vino a despedirnos al coche (las despedidas eran como si te marcharas a vivir a otro país… todo era más… dramático?). Mi madre le metió disimuladamente 100 pesetas en el bolsillo para que se comprara unas medias o lo que quisiera… cómo lloró mi abuela!... aún se me hace un nudo en la garganta cuando revivo aquel momento… estaba tan agradecida!... Esta escena se me quedó grabada para siempre… Creo que en ese momento me di cuenta de lo poco de lo que mi abuela era dueña…

Desconozco cómo fue su experiencia cuando conoció al Señor, porque yo era muy pequeña. (Podría preguntar a mi madre, pero de momento, sólo quiero plasmar mis propios recuerdos). Lo que sí sé es cómo llenaba de alegría la iglesia. Mi abuela María era como esos instrumentos musicales, en forma de media luna, y llenos de cascabeles… así era ella… como un cascabel!. Parece que puedo escuchar su vocecita, muy aguda, cantando “Yo tengo un barco que navega por el mar, y Jesucristo es el capitán… Los marineros, que bogan a su lado, son almas que han lavado su pobre corazón…”. Como le gustaba cantar esa canción!!!.

Cuando ya éramos adolescentes, vino a vivir con nosotros a la ciudad de Barcelona. A nuestros amigos les encantaba venir a casa a contarle sus enamoramientos y desengaños. Venían a estar con nosotros, y al final acababan sentados en el salón hablando con ella. Creo que algunos de nuestros amigos tuvieron una relación con ella que yo no tuve… quizás porque a veces no valoramos lo suficiente a los que más amamos y son más cercanos, hasta que los perdemos…

Tuvo dos infartos, y después del primero, nos contó cómo había visto un ángel sentado a los pies de su cama mientras permanecía en la UCI.

Partió con el Señor un 7 de enero, hace 18 años. Fue una pérdida que me costó mucho superar, y el Señor tuvo que tratar conmigo por un tiempo. Todavía duele acordarse de ella, y sentir que ya no está.

Cómo me gustaría sentarme a su lado, y charlar de tantas cosas de las que nunca hablamos… que me contara cómo fue su niñez, su juventud, sus sueños, sus frustraciones… cómo conoció a mi abuelo, cómo se enamoró de él, cómo fue su matrimonio,… cosas que se te escapan cuando eres jovencita… oportunidades que pierdes… que pasan por tu lado lentamente, y tú ni te das cuenta…

Y hoy me acuerdo de ti, y me duele el alma… Sólo me consuela el saber que tendremos toda una eternidad por delante, para sentarnos a hablar, para abrazarte, para decirte cuánto te quiero… y recuperar el tiempo que desperdicié cuando estabas aquí… Allí tú ya puedes abrazar a tu bisnieta, nuestra Rebequita… y yo un día os abrazaré a las dos!



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