lunes, 19 de diciembre de 2011

AÑOS 70 - NAVIDADES EN CASA DE MI ABUELA - I

Colocábamos el pequeño árbol navideño sobre el también pequeño frigorífico que había en el comedor. Y es que era imposible que el diminuto frigorífico entrara en esa cocina minúscula. Nunca entenderé cómo entraba tanta comida dentro de ese mini-electrodoméstico, teniendo en cuenta que mi abuela compraba y cocinaba en cantidades industriales. Lo cierto es que en casa de mi abuela todo parecía haber salido del cuento de Pulgarcita, menos los orinales que eran enormes!!! Cuesta creer que en algún tiempo, no muy lejano, tenían enormes orinales de porcelana blanca debajo de las camas! Pero volvamos a las fiestas navideñas… (así soy yo… como una lavadora que da vueltas y vueltas, en una dirección y en otra durante el lavado!)
Volvamos a ese pequeño árbol, con el belén al pie, que llenábamos de adornos brillantes, y parpadeantes e hipnóticas luces de colores. Lo veía desde mi cama por las noches. Cuando todo estaba oscuro y en silencio, tapada hasta la nariz debajo de unas pesadas mantas, esas lucecitas hacían vibrar mis sueños y mis emociones.
Pasábamos las vacaciones de Navidad en casa de mi abuela paterna. El último día de cole, cuando a las 17 h., en punto, sonaba la campana para finalizar las clases, corríamos eufóricos a casa! Mi madre nos bañaba, preparaba nuestra ropa para los 15 días de vacaciones… y nos íbamos a casa de la “abue”! (así la llamábamos)
Mi “abue” tenía una tienda. Una droguería-perfumería típica de los años 50-60, donde se vendía desde detergente, acetona, bolas de alcanfor, azulete, almidón… hasta el perfume más caro, a granel. Las señoras traían sus botellas vacías de cristal, con restos amarillentos de perfume en el fondo, y las rellenábamos con unos pequeños y graciosos embudos. A mi hermana y a mí nos encantaba jugar con ellos cuando se cerraba la tienda, por las noches o los domingos. Algunas señoras pedían 5 pesetas de perfume, 10… y nosotras rellenábamos su antigua botellita de cristal por ese importe.
Y la gran delicia era jugar con el muestrario de cosmética… Pintalabios de todos los colores imaginables (antes se llamaban carmines), polvos compactos Maderas de Oriente (con su olor tan característico y maravilloso)… Nuestro disfrute e imaginación al maquillarnos no tenía límite… Sólo un artista sería capaz de entenderlo.
También había un armario cerrado, colocado bastante alto, donde sólo llegaban los adultos altos (valga la redundancia), donde estaban expuestos los matarratas, mata cucarachas y mata cualquier animalito indeseable. Era una armario muy emocionante… lleno de cajas negras, con algún dibujo de una calavera en alguna esquina… que sólo podíamos mirar.
Situada en el barrio más antiguo y pintoresco de todo Alicante, el barrio de Santa Cruz, a unos metros de la iglesia de San Nicolás y del Ayuntamiento, la tienda estaba a entrada de calle. Había dos sótanos debajo, como almacenes. Y la vivienda estaba arriba. Esas cuatro plantas eran nuestro mundo de fantasía.

4 comentarios:

  1. Me encanta el olor de Maderas de Oriente... si cierro los ojos me viene a la cabeza... :) Bueno, me quedo esperando para leer la siguiente parte, ¿eh?
    besos

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  2. jajajajaja... ok! esta noche sigo!

    Maderas de Oriente eran los polvos que usaba mi abuela materna... Huelen como olía ella :)

    Besitos Laurita!

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  3. Jeje, pareces de la serie 'Cuéntame cómo pasó'!!!
    ¡Qué gráfica eres, chiquilla!!!
    Felices Navidades y Próspero Año Nuevo 2012!!
    ¡Maranata!

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  4. jajajajajaja... es que todo era como en "Cuéntame"!... En fin... Estoy con la ñoña de mi abuela y tal... Un abrazo!

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